¿Cuál es la relación entre la educación y la salud sexual?
La salud y la educación sexual son dos temas directamente conectados. Y se equivoca quien piensa que esto solo se refiere a la relación sexual o al área de placer. Se trata de bienestar y seguridad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en relación con la salud sexual y reproductiva, se definen los derechos reproductivos como el derecho a tomar decisiones sobre la reproducción libre de discriminación, coerción y violencia. Se recomienda que los servicios de salud reproductiva (incluidos la salud sexual y la planificación familiar) estén vinculados a la atención básica de la salud.
Para entender más sobre este tema, la Agencia Adventista de Noticias Sudamericana (ASN) conversó con la magíster en Sexología y doctora en Salud Colectiva, Patrícia Schettert, para entender un poco más sobre lo que abarcan estos conceptos y cuidados.
¿Qué es la salud sexual?
Primero necesitamos entender lo que es la sexualidad. Por lo general, las personas tienden a simplificar un poco el concepto de sexualidad, entendiendo que está relacionado única y exclusivamente con el acto, la relación sexual, o las prácticas sexuales.
Pero la sexualidad es mucho más amplia. Se refiere a su identidad, ya sea femenina u masculina, hombre o mujer. Se refiere a sus deseos, a lo que le gusta en relación con el sexo, y a cómo se percibe a sí mismo en este mundo.
Esto sucede desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte y no exclusivamente a partir de la etapa reproductiva. La salud sexual, de la misma manera, también tiene un papel muy amplio más allá de los órganos genitales, más allá del aspecto físico. Sigue el mismo concepto de salud, que es bienestar físico, social y mental y, para nosotros, también espiritual. Porque en la sexualidad, para nosotros como cristianos, existe una estrecha relación del ser a imagen y semejanza de Dios como criatura.
Todo lo que puede traer una incomodidad, no solo un malestar físico, sino psíquico y social, interfiere con la salud del cuerpo como un todo.
¿Cuáles son las primeras señales de que existen problemas relacionados con la salud sexual?
Los problemas sexuales pueden presentarse desde la infancia, no solo en la edad adulta. Es por eso que la educación sexual desde una perspectiva cristiana es importante. Esto minimizará los problemas, porque la información disminuye los riesgos de una enfermedad.
Es importante que el niño tenga esta información desde que es pequeño, ya que, generalmente, cuando llega a la edad adulta, la mayoría de los problemas que aparecen se deben a la falta de conocimiento.
Un tema del cual se ha hablado bastante es la violencia sexual, que requiere una intervención multidisciplinaria. Otro problema común tiene que ver con las disfunciones sexuales, tanto femeninas como masculinas. Por increíble que parezca, este tema también está estrechamente relacionado con la educación sexual. Cuando las personas no reciben esta instrucción, pueden encontrarse con situaciones que podrían resolverse con conocimiento.
Los problemas más comunes son la disfunción eréctil, especialmente en el caso de los hombres. En las mujeres, el más común es la anorgasmia, el vaginismo y el dolor en el acto sexual. Además de las disfunciones, también encontramos infecciones, que son muy comunes. La mujer tiene una secreción fisiológica normal y, a veces, se asusta pensando que es una infección. Pero también existen otros problemas que tienen como causa la falta de hábitos de higiene íntima, la ropa inadecuada, los productos químicos inapropiados, etc.
En general, las mujeres tienden a buscar consultas preventivas con más frecuencia. Sin embargo, pueden ignorar señales importantes del cuerpo. Más allá de la salud física, ¿cómo puede la mala salud sexual afectar la vida de una mujer?
Pensemos en el tema del dolor. El dolor puede ser psíquico, como en el caso del vaginismo. Hay una contracción de este canal vaginal y por esto motivo, la penetración es casi imposible. Entonces, sin duda, este problema interferirá con la relación y la vida en general.
Recordemos que el tema de la salud sexual no está separado de la salud física, una está relacionada con la otra. Por lo tanto, si no está bien en la parte física y psíquica, esto interferirá con su salud sexual y viceversa.
Esa mujer que siente dolor en el acto sexual, que tiene flujo anormal, que está preocupada con el olor, sufre con ese profundo malestar. La mujer que no puede alcanzar el orgasmo, por ejemplo, puede tener una dificultad de entrega, puede estar relacionado con conceptos culturales y religiosos, con la forma en que entiende la sexualidad o las relaciones sexuales como algo pecaminoso. Esto interferirá con la relación matrimonial, pero también con la salud en general. Y también puede traer como consecuencia depresión, ansiedad intensa, hasta el punto de no poder desarrollarse profesionalmente o tener relaciones interpersonales más profundas.
¿Por qué los hombres, en su mayor parte, son más resistentes a buscar atención médica, especialmente cuando se trata de salud sexual?
De los hombres se espera mucho. Se les exige virilidad, no solo sexual, sino virilidad como hombre en el aspecto social. Es una competición masculina. Y eso comienza desde una edad temprana. La posibilidad de tener algún problema que pueda interferir con esta virilidad, en el acto de ser hombre, genera una negación.
Eso comienza con el diálogo. Cuando su esposa comienza a cuestionar algunos problemas, él huye, le da la espalda. Se necesita mucho tacto para que ese hombre no se sienta amenazado.
De la misma manera que trae frustración a la mujer, también genera este malestar en el hombre. Y esto interfiere con su capacidad productiva y social. El hombre que se siente bien, que es feliz en su sexualidad, es mucho más productivo.
La Organización Mundial de la Salud afirma que la salud sexual es calidad de vida. En nuestro cerebro se encuentra el centro del placer. Y para que represente la sexualidad como algo vinculado a la calidad de vida, es importante que pueda activarse por completo. A partir de entonces, activa todas las áreas de nuestra mente. Usted verá las cosas de una manera diferente, encontrará placer en las cosas más simples.
Cuando ese centro del placer no se activa al 100%, se enferma. Y esto puede reducir hasta 15 años de la vida del individuo. ¡Eso es mucho tiempo! ¿Y cómo activar el 100%? Las relaciones más profundas y seguras, con amor verdadero que va más allá del placer, con una satisfacción sexual, son las que lo hacen activarse por completo.
Aquellas relaciones en las que no existe una verdadera intimidad o interacción, como el caso de la masturbación, hace que el individuo no tenga una satisfacción plena. Hay placer, pero no satisfacción. Esto puede conducir a una compulsión relacionada con la sexualidad.
La salud sexual también incluye la salud reproductiva y la planificación familiar. ¿Cómo beneficia a las familias tener más conocimiento sobre este tema?
Soy adepta a la planificación como una forma de resolver y anticipar una serie de problemas. Una de las órdenes mencionadas en Génesis aun en el Jardín del Edén es «crecer y multiplicarse» (Génesis 9:7).
La procreación no es el fin de la actividad sexual. La actividad sexual anticipa la procreación. Luego, cuando se convirtieron en una sola carne, vino la orden de tener una interacción mucho más profunda, no necesariamente para tener un hijo. Tanto es así que durante el ciclo de la mujer hay un período de tres, cuatro días, en el que puede ser fértil. Y en un ciclo de 28, le sobran 24 días para tener relaciones sexuales sin tener el riesgo de tener un bebé.
La posibilidad que Dios nos ha dado de una interacción, de un placer sexual, es mucho mayor que la relación con un fin reproductivo. Por lo tanto, la planificación debe estar presente en la vida de una pareja porque tener un hijo no es un accidente y ni una orden.
Es importante que esta pareja se siente, hable y planifique si quieren o no tener hijos. La mujer no deja de ser mujer porque no quiera tener hijos. Hay mucho de este prejuicio en nuestra sociedad, porque si es una mujer que no tiene hijos, “es una mujer frustrada”, “tiene algún problema”. No.
A veces es extremamente racional hasta el punto de darse cuenta de que, en su situación, no tiene condiciones de ser madre. Ella desearía poder proporcionar mucho más, pero no tiene la aptitud para hacerlo, no se ve a sí misma como una madre. En ese caso, es mejor no tener un hijo.
También hay parejas que quieren tener hijos más adelante, no inmediatamente después del casamiento. O quieren planificar cuántos hijos desean tener. La planificación es una interacción de los dos: no solo es el hombre que define, así como no es solo la mujer que lo hace. Como ella llevará al bebé en su vientre, es importante que su opinión pueda ser más considerada, pero esto no exime la opinión del hombre.
¿Quiénes, entonces, serían los profesionales de la salud indicados para cuidar la salud sexual?
En el pasado, este problema estaba muy relacionado solo con el médico. Pero nos damos cuenta de que hoy, por la formación mucho más avanzada de varias otras profesiones, otros profesionales pueden interactuar de una manera muy eficiente y efectiva. ¿Y quiénes son estos? Dependerá del problema.
Al principio, sería muy interesante que la mujer pudiera buscar un ginecólogo y, desde el ginecólogo, tener orientación de otros profesionales. Si el problema es de orden emocional, un psicólogo. Si es de orden sexual, sexólogo. La profesión del sexólogo es multidisciplinaria. También hay fisioterapia pélvica, que cuida los músculos de la región sexual.
Escrito por: Anne Seixas
Fuente original: adventistas.org/es