Como mantener relaciones interpersonales saludables en un mundo enfermo
Todos los días oímos relatos en los consultorios de psicología de problemas en las relaciones interpersonales. Las quejas provienen de matrimonios, padres e hijos, personas que viven vínculos abusivos, entre otros casos. Incluso los problemas que no son relacionales casi siempre derivan en estos. Y la mayor parte de las veces, la búsqueda de ayuda ocurre cuando ya hay una crisis establecida. La verdad es que las personas están enfermas y otras enfermándose.
Creados para relacionarnos
Los seres humanos somos relacionales. Fuimos creados para interactuar con otras personas. A diferencia de las tortugas marinas, por ejemplo, cuyos hijos nacen solos y necesitan enfrentar por cuenta propia las adversidades para sobrevivir y prosperar, el bebé humano depende del cuidado y afecto, y por medio de las relaciones construye su personalidad, sentido de identidad, creencias, valores y carácter.
Tenemos la necesidad de relacionarnos íntimamente con las personas, compartiendo sentimientos y pensamientos. Necesitamos sentir que tenemos a alguien con quien contar. También sentimos la necesidad de formar parte de un grupo, de algo mayor que nosotros mismos.
Nuestro bienestar es afectado por nuestras relaciones interpersonales. Si estas no son buenas, sufrimos emocional e incluso físicamente. Los investigadores verificaron que las interacciones sociales pobres o extremadamente limitadas tienen un efecto en la mortalidad humana que se compara al de fumar, y dos veces mayor que al de la obesidad.[1]
Como establecer relaciones interpersonales saludables
Para relacionarnos bien con otros necesitamos, en primer lugar, relacionarnos bien con nosotros mismos. Una visión equilibrada y respetuosa sobre quién somos nos posibilita observar a las demás personas de la misma forma. Pero si nuestra autoestima está baja, tendremos la tendencia de considerar a los otros como más importantes que nosotros y de entrar en relaciones abusivas.
La construcción de buenos vínculos también requiere que seamos capaces de ver el mundo bajo la perspectiva de los demás. Mientras que tenemos nuestra propia forma de pensar e interpretar las cosas, las demás personas tienen la de ellas, y eso no significa necesariamente que ellas están equivocadas.
Cualquier cosa puede verse desde diversos ángulos. Al ejercitar la mirada empática, nos conectamos más intensamente a las personas y comprendemos mejor su forma de sentir y actuar.
Algunas personas entienden la empatía como “sentir lo que siente el otro”. Esto es imposible. Cada experiencia es única. La empatía nos permite identificarnos emocionalmente con el otro, no porque compartimos lo que está sintiendo, sino porque nos esforzamos para ver las cosas como las ve el otro y para comprender sus emociones.
También es necesario ejercitar la aceptación. Las personas no son necesariamente como nos gustaría que fueran. Y tienen el derecho de ser así. Aceptar no es concordar, sino permitir y respetar, en vez de resistir e intentar modelar.
Si tenemos una mirada equilibrada y respetuosa acerca de nosotros mismos, y nos disponemos a mirar bajo la perspectiva del otro, si somos empáticos y ejercitamos la aceptación, construiremos relaciones saludables y sabremos dejar las que son dañinas.
Para finalizar, me gustaría agregar algo práctico que tiene un potencial inmenso para mejorar nuestras relaciones interpersonales. El libro Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 209 dice: “El amor que se asemeja al de Cristo atribuye las razones más favorables a los motivos y los actos de los demás. No expone innecesariamente sus faltas; no escucha con ansias los informes desfavorables; más bien trata de recordar las buenas cualidades de los demás”. Por mejores que sean nuestras relaciones interpersonales, no son perfectas. Ejercitar un amor semejante al de Cristo, que trata de mirar en el otro lo mejor que tiene, nos ayuda a vivir de la mejor manera nuestras relaciones interpersonales.
Escrito por: Karyne Correia
Fuente original: adventistas.org/es